A View to a Kill

Última aparición de Roger Moore como James Bond, el famoso personaje creado por Ian Fleming, quien en esta ocasión tiene como enemigo a un empresario (Christopher Walken), que resulta ser nada menos que el fruto de un experimento genético de un doctor nazi, reclutado además por el KGB, y que pretende acabar con Silicon Valley mediante un potente terromoto para destruir la industria del microchip. Dado que el argumento no podría ser más rocambolesco, la presencia de un casi sexagenario Moore en el papel principal apenas sorprende, aunque según sus propias palabras, superara en edad a las madres de alguna de sus compañeras de reparto. Aunque los resultados son entretenidos, lo cierto es que la saga se vio obligada a retornar a la seriedad y a encontrar un sustituto para Moore, con un apreciable cambio de tono en los dos títulos siguientes, protagonizados por Timothy Dalton: “The Living Daylights” y “Licence To Kill”. Tanya Roberts, Alison Doody y Grace Jones son algunas de las “chicas Bond” de esta entrega.

El director de fotografía, por tercera vez consecutiva y última, fue el británico Alan Hume [BSC], un operador que durante los años sesenta y setenta fue más bien desconocido, pero que en los ochenta, su época de esplendor, alcanzó cierto prestigio en el cine estrictamente comercial, al encadenar cuatro títulos seguidos que le pusieron en el panorama internacional: “The Eye of the Needle” (1981) y “The Return of the Jedi” (1983), ambas a las órdenes de Richard Marquand, así como “For Your Eyes Only” (1981) y “Octopussy” (1983), los dos primeros títulos de la serie Bond que rodó junto al antiguo montador de la serie, John Glen. Antes, sus dos títulos más destacables bien podrían ser dos obras adscritas al género del terror: “Dr. Terror’s House of Horrors” (Freddie Francis, 1965) y “The Legend of Hell House” (John Hough, 1972). El mismo año que firma “A View to a Kill” estrena una locura como “Lifeforce” (Tobe Hooper, 1985) y su mejor obra y trabajo, “Runaway Train” (Andrei Konchalovski, 1985), después de haber colaborado con los Salkind en otra rareza como “Supergirl” (Jeannot Szwarc, 1984). Termina la década con una comedia como “A Fish Called Wanda” (Charles Chricton, 1988), pero en los años 90, década de su retiro, vuelve a la televisión y a películas menores.

La fotografía de “A View to a Kill” es prácticamente tan poco destacable como lo es el film en el resto de apartados, brillando incluso menos que su predecesora y también muy discutible película, “Octopussy”. Ello se debe a que al menos en el título anterior las localizaciones en la India aportaban unos indudables valores de producción que, en el caso de “A View to a Kill”, ambientada en París y San Francisco, resultan mucho menos interesantes en pantalla. Nuevamente Alan Hume tiene que lidiar con un Bond aún más envejecido que en el título anterior, por lo que cuando aparece Roger Moore en pantalla se ve obligado a emplear una luz muy plana sobre el mismo, e incluso algo de difusión en cámara para restar detalle sobre su rostro. Todo esto hace que la película tenga una apariencia muy descafeinada y anodina, ya que estos condicionantes juegan muy en contra del aspecto global.

Técnicamente, se trata de un film que está rodado de forma parecida a “Octopussy”, es decir, empleando en su mayor parte lentes zoom adaptadas al formato panorámico anamórfico, aunque para ello Hume se vea obligado a utilizar niveles de luz mucho más altos que los que hubieran posibilitado las lentes fijas y, además, obtiene un rendimiento óptico mucho peor, aunque bien pensado, podría haber cierto interés en el operador en conseguir una mayor suavidad a través de lentes de menor resolución, recorte y definición. En cualquier caso, se trata de un film que no obtiene siquiera un buen partido de un decorado a priori interesante como la mina en la que se centra la parte final de la narrativa, con algunas similitudes con el decorado de “Indiana Jones and the Temple of Doom”, pero en este caso Hume y John Glen demuestran encontrarse a años luz de Douglas Slocombe y Spielberg, haciendo que el decorado de Peter Lamont no tenga una presencia e interés en pantalla ni remotamente parecido al de la secuela de “Raiders of the Lost Ark”.

Por todo ello, esta película fue un claro fin de ciclo (el propio Moore llegó a declarar que “sólo era cuatrocientos años demasiado viejo para el papel”) del que sorprendentemente se libró el director John Glen, ya que para las dos siguientes películas, al igual que Moore, Alan Hume fue sustituido también por otro director de fotografía, Alec Mills [BSC], quien había sido segundo operador de Hume en muchas peliculas anteriores. Mills no aportó desde luego modernidad a la serie, pero al menos tuvo la suerte de contar un con actor principal con la edad y aspecto adecuado para el papel, lo que hizo que su trabajo fuera seguramente más fácil y desde luego algo más vistoso y aparente en la gran pantalla.

Título en España: Panorama Para Matar
Año de Producción: 1985
Director: John Glen
Director de Fotografía: Alan Hume, BSC
Ópticas: Panavision C-Series & Super PanaZoom Cooke
Emulsión: Kodak 5247 (100T) & 5294 (400T)
Formato y Relación de Aspecto: 35mm anamórfico (Panavision), 2.4:1
Otros: fotografía y dirección de segunda unidad de Arthur Wooster, BSC y Willy Bogner

Vista en HDTV

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